¿ esto era lo que Dios quería para el ser humano ?

¿ esto era lo que Dios quería para el ser humano ?
¿ sueña con estar en un paraíso así ?

domingo, 26 de septiembre de 2010

¿Cómo puedo sobrellevar mi enfermedad?


Los jóvenes preguntan
¿Cómo puedo sobrellevar mi enfermedad?
“LA FUERZA es el orgullo de los jóvenes”, declara Proverbios 20:29 (Biblia de América). Si estás enfermo o incapacitado, tal vez pienses que este texto no tiene nada que ver contigo, pero te equivocas. Lo cierto es que muchos jóvenes con discapacidades y enfermedades crónicas han logrado superar obstáculos enormes. ¡Despertad! ha entrevistado a cuatro de estos jóvenes.
Hiroki, que es japonés, sufre parálisis cerebral desde que nació. “Los músculos del cuello no me permiten mantener la cabeza levantada, y mis manos hacen justo lo contrario de lo que yo quisiera —explica—. Dependo por completo de la ayuda de los demás.”
Natalie y su hermano James, de Sudáfrica, nacieron con un tipo de enanismo poco común. Natalie padece además escoliosis, una deformidad de la columna vertebral. Ella cuenta: “Ya he pasado por cuatro operaciones de columna, y debido a la curvatura de esta, tengo los pulmones débiles”.
A Timothy, de Gran Bretaña, le diagnosticaron síndrome de fatiga crónica cuando tenía 17 años. “En menos de dos meses —relata— pasé de estar sano y activo a sentirme tan débil que las piernas no me sostenían.”
Danielle, que es australiana, descubrió que tenía diabetes a los 19 años. Ella hace el siguiente comentario: “Como la mía no es una enfermedad visible, algunas personas no se dan cuenta de su gravedad. Lo cierto es que la diabetes podría matarme”.
Si padeces algún tipo de enfermedad o discapacidad, las siguientes palabras de Hiroki, Natalie, Timothy y Danielle sin duda te animarán. Y si gozas de buena salud, sus comentarios tal vez te ayuden a ser más comprensivo con quienes tienen que sobrellevar enfermedades o discapacidades.

La violencia contra la mujer, un problema mundial


La violencia contra la mujer, un problema mundial
EN 1999, la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 25 de noviembre Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer con el objetivo de sensibilizar a la opinión pública ante las violaciones de los derechos femeninos. ¿Por qué se vio necesaria esta medida?
Debido a prejuicios machistas hondamente arraigados, en muchas culturas se considera a la mujer una persona de segunda clase y se la trata como tal. La violencia de género en todas sus manifestaciones es un problema constante, incluso en el mundo industrializado. Según el ex secretario general de las Naciones Unidas Kofi Annan, “la violencia contra la mujer tiene un alcance mundial y se presenta en todas las sociedades y culturas, afectando a la mujer sin importar su raza, etnia, origen social, riqueza, nacionalidad o [...] condición”.
Radhika Coomaraswamy, ex relatora especial sobre la violencia contra la mujer de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, comenta que para la gran mayoría de las mujeres, la violencia de género es “una cuestión tabú, que resulta invisible en la sociedad y es un hecho vergonzoso”. Una institución radicada en Holanda, especializada en victimología, indica que el 23% de las mujeres de un país sudamericano, o casi 1 de cada 4, es objeto de algún tipo de violencia doméstica. Asimismo, el Consejo de Europa calcula que 1 de cada 4 europeas es víctima de maltratos en el entorno familiar durante su vida. Según el Ministerio del Interior británico, en un año reciente fueron asesinadas en Inglaterra y Gales dos mujeres por semana como promedio a manos de sus actuales o anteriores parejas. Y la revista India Today International dice que “para las mujeres indias, el miedo es su inseparable compañero y la violación es el extraño con el que tal vez se topen a la vuelta de cualquier esquina, en cualquier calle o lugar público y a cualquier hora del día”. Amnistía Internacional califica la violencia contra las mujeres y las niñas como “la violación de los derechos humanos más generalizada” de la actualidad.

La vida y el ministerio de Jesús


La vida y el ministerio de Jesús
Compasión para los afligidos
DESPUÉS de denunciar a los fariseos por sus tradiciones egoístas, Jesús parte con sus discípulos. Usted quizás recuerde que poco tiempo antes las muchedumbres que buscaban a Jesús y a sus discípulos impidieron que Jesús se apartara de ellas para descansar un poco. Ahora él se dirige con sus discípulos hacia las regiones de Tiro y Sidón, muchos kilómetros al norte. Parece que ese es el único viaje que Jesús hace con sus discípulos fuera de las fronteras de Israel.
Después de hallar una casa donde alojarse, Jesús dice que no desea que nadie sepa dónde están. Sin embargo, ni en ese territorio no israelita escapa de la atención de algunos. Una griega, nacida allí en Fenicia de Siria, lo encuentra y empieza a suplicar: “Ten misericordia de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija está terriblemente endemoniada”. Sin embargo, Jesús no responde; no dice ni una palabra.
Con el tiempo, los discípulos dicen a Jesús: “Despídela; porque sigue clamando tras nosotros”.
Jesús explica por qué no le hace caso: “No fui enviado a nadie aparte de las ovejas perdidas de la casa de Israel”.
Sin embargo, la mujer no cede. Se acerca a Jesús, se postra ante él, y suplica: “¡Señor, ayúdame!”.
¡Cómo debe haberse conmovido el corazón de Jesús ante la súplica sincera de aquella mujer! Sin embargo, de nuevo señala a lo que era su responsabilidad primordial: ministrar al pueblo de Dios, Israel. Al mismo tiempo, al parecer para probar la fe de ella, recurre a un punto de vista judío de prejuicio en cuanto a personas de otras nacionalidades, y dice: “No es correcto tomar el pan de los hijos y echarlo a los perritos”.
Por la compasión en el tono de la voz y en su expresión facial, de seguro Jesús revela su propia ternura para con los no judíos. Hasta suaviza la comparación de los gentiles con perros —una que evidenciaba prejuicio por parte de los judíos— al llamarlos “perritos”. En vez de ofenderse, la mujer utiliza la referencia de Jesús a los prejuicios judíos y presenta la humilde observación: “Sí, Señor; pero en realidad los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos”.
“Oh mujer, grande es tu fe —contesta Jesús—; que te suceda según deseas.” ¡Y lo que ella desea se realiza! Cuando regresa a su hogar, halla completamente sanada a su hija en la cama.
Desde la región costanera de Sidón, Jesús y sus discípulos van a campo traviesa hacia las cabeceras del río Jordán. Aparentemente cruzan el Jordán por algún lugar más arriba del mar de Galilea y entran en la región de la Decápolis, al este del mar. Allí suben a una montaña, pero las muchedumbres los encuentran y le llevan a Jesús cojos, lisiados, ciegos y sordos, y muchas otras personas a quienes afligen otras enfermedades y deformidades. Casi arrojan a estas personas a los pies de Jesús, y él las cura. Al ver que los mudos hablan, los cojos andan y los ciegos ven, la gente, asombrada, alaba al Dios de Israel.
Jesús da atención especial a un hombre que no puede oír y casi no puede hablar. Por lo general los sordos se desconciertan con facilidad, especialmente rodeados de una muchedumbre. Quizás Jesús nota la nerviosidad particular de este hombre. Por eso, compadeciéndose de él, lo aparta de la muchedumbre y trata con él en privado. Cuando están solos, indica lo que va a hacer. Pone los dedos en los oídos del hombre y, después de escupir, le toca la lengua. Entonces Jesús, mirando al cielo, suspira profundamente y dice: “Sé abierto”. Ahora el hombre puede oír, y puede hablar normalmente.
Cuando Jesús ha ejecutado todas estas curaciones, las muchedumbres responden con aprecio: “Todas las cosas las ha hecho bien. Hasta a los sordos hace oír y a los mudos hablar”. (Mateo 15:21-31; Marcos 7:24-37.)

¿Puede la religión darnos lo que necesitamos?


¿Puede la religión darnos lo que necesitamos?
¿QUÉ hemos de comer? ¿Qué hemos de beber? ¿Qué hemos de ponernos? Estas son preguntas de urgencia, especialmente cuando se nos hace difícil conseguir las necesidades básicas de la vida. Sin embargo, note lo que Jesucristo dijo: “Dejen de inquietarse respecto a su alma en cuanto a qué comerán o qué beberán, o respecto a su cuerpo en cuanto a qué se pondrán”. (Mateo 6:25.) ¿Le parece extraño eso? Después de todo, si alguien carece de alimento, ropa y abrigo, lo que necesita es ayuda práctica, no lo que se pudiera ver como un insustancial sermón religioso.
No era que Jesús no se compadeciera de la gente; tampoco trataba de evadir la cuestión. Estaba bien al tanto de lo que la gente necesitaba. Pero también sabía que existía un peligro muy real. Cuando es asunto de satisfacer nuestras necesidades, tendemos a hacer de lo material el centro de la vida, y dar poca importancia a Dios. Por lo tanto, tenemos que colocar las cosas en orden de importancia.
Haremos eso bien si seguimos este consejo de Jesús: “Sigan, pues, buscando primero el reino y la justicia de Dios, y todas estas otras cosas les serán añadidas”. (Mateo 6:33.) Si seguimos ese consejo, la religión —la religión verdadera que tiene fundamento bíblico— puede darnos lo que necesitamos.
Sin embargo, Jesús no fue tan poco realista como para sugerir que con solo hacernos sus discípulos y seguir sus enseñanzas religiosas veríamos resueltos inmediatamente todos nuestros problemas; tampoco quiso decir que bastaría con que sus discípulos se sentaran a esperar que Dios les proveyera milagrosamente lo que necesitaran. ¡Todo el mundo se haría cristiano si eso significara que uno se libraría instantáneamente de todos los problemas de la vida! Lo que sí quiso decir Jesús fue que su Padre, Jehová Dios, provee todo lo necesario para la satisfacción de todas nuestras necesidades. Por eso también dijo: “Su Padre celestial sabe que ustedes necesitan todas estas cosas”. (Mateo 6:32.)
Jehová también nos da lo que necesitamos en sentido espiritual, algo de gran importancia. Mediante las Sagradas Escrituras nos ha suministrado guía inspirada para que nuestra vida tenga la mejor dirección posible. (Isaías 48:17.) Dios ha establecido una asociación de adoradores que nos suple apoyo cuando lo precisamos. (Hechos 4:34.) También ayuda a sus siervos con su espíritu santo o fuerza activa. (Lucas 11:13; Gálatas 5:22-25.) Además, se ha propuesto restaurar el Paraíso en la Tierra. (Lucas 23:43; Revelación 21:1-4.)

Un jovencito alaba a Jehová


Un jovencito alaba a Jehová
CUANDO los jóvenes tienen el deseo intenso de servir a Jehová, encuentran muchas oportunidades para testificar. Esto se vio en la experiencia de un niño de cinco años en Kenia occidental. (Eclesiastés 12:1.)
Su madre le preguntó: “¿Qué quieres ser cuando crezcas?”. Él había observado a un precursor especial que servía en la congregación, y respondió: “Quiero ser precursor especial como el hermano F———”. La madre contestó: “Pero eso es imposible; tú ni siquiera puedes ser precursor regular, porque no conduces un estudio bíblico”. El niño preguntó: “Entonces, ¿qué puedo hacer?”. Su madre le sugirió que tratara de estudiar su ejemplar de Mi libro de historias bíblicas con los niños que jugaban con él.
El niñito de cinco años buscó su libro de Historias bíblicas y fue a visitar a sus amigos, y los invitó a estudiar la Biblia con él. ¿En qué resultó esto?
Él formó un grupo de diez jovencitos para estudiar con ellos. Usaba bien las ilustraciones, hacía muchas preguntas para saber si estaban entendiendo, y al fin del estudio hacía preguntas de repaso. Si no recordaban, consideraba de nuevo con ellos la información. ¡La madre explicó que realmente era un gozo ver a todos aquellos niños sentados en el suelo, enfrente de su casa, estudiando! Allí estaba su hijito de cinco años haciendo preguntas, y entonces todas las manos se alzaban para contestar.
Fue un regocijo también, tanto para la madre como para la congregación, cuando ocho de estos niños asistieron a las reuniones de la congregación. Los otros dos eran demasiado pequeños. Todo esto sucedió porque un niño de cinco años quiso alabar a Jehová y ayudar a otros.

Cómo criar a su hijo en la sabiduría divina


Cómo criar a su hijo en la sabiduría divina
PERSONAS pensadoras de muchas naciones y diferentes antecedentes reconocen que Jesús fue un maravilloso maestro y moralista. Pero ¿hubo ciertos factores de su crianza que contribuyeran a esto? ¿Qué lecciones pueden aprender de la vida familiar y crianza de Jesús los padres de hoy día?
La Biblia nos dice muy poco de la niñez de Jesús. Básicamente, sus primeros 12 años se resumen en dos versículos: “Entonces, cuando [José y María] hubieron llevado a cabo todas las cosas según la ley de Jehová, se volvieron a Galilea, a su propia ciudad de Nazaret. Y el niñito continuó creciendo y haciéndose fuerte, lleno como estaba de sabiduría, y el favor de Dios continuó sobre él”. (Lucas 2:39, 40.) Pero aquí hay lecciones que los padres pueden aprender.
El niñito “continuó creciendo y haciéndose fuerte”. Por lo tanto, sus padres cuidaban de él en sentido físico. Además, continuamente se ‘llenaba de sabiduría’. ¿De quién era la responsabilidad de enseñarle el conocimiento y entendimiento que serían la base de su sabiduría?
Bajo la Ley mosaica, sus padres tenían ese deber. La Ley decía a los padres israelitas: “Estas palabras que te estoy mandando hoy tienen que resultar estar sobre tu corazón; y tienes que inculcarlas en tu hijo y hablar de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino y cuando te acuestes y cuando te levantes”. (Deuteronomio 6:6, 7.) El hecho de que Jesús continuó ‘llenándose de sabiduría’, y también de que “el favor de Dios continuó sobre él”, indica que José y María estaban obedeciendo este mandato.
Algunas personas quizás opinen que la crianza de Jesús, por ser un niño perfecto, no proporciona un patrón realista para criar a otros niños. Sin embargo, José y María no fueron perfectos. No obstante, evidentemente continuaron supliendo las necesidades físicas y espirituales de él a pesar de las presiones que conlleva criar a una familia que va creciendo. (Mateo 13:55, 56.) Además, Jesús, aunque perfecto, todavía tenía que pasar por la infancia, la niñez y la adolescencia hasta llegar a adulto. Sus padres tuvieron que hacer una gran labor formativa, y evidentemente la hicieron bien.

lunes, 6 de septiembre de 2010

El Paraíso... ¿tan solo una fantasía?



Por el corresponsal de “¡Despertad!” en Hawai
EL CIELO azul y despejado, las playas cálidas y arenosas, las olas suaves y espumosas... ¿es así como usted se imagina un paraíso? Palmeras que se mueven suavemente en las cálidas brisas tropicales, montañas verdes como esmeraldas que ascienden hasta las nubes, estruendosas cascadas que se precipitan a estanques frescos y solitarios, coloridos arcos iris y espectaculares puestas de Sol... los cuadros mentales del paraíso a menudo se componen de estas cosas.
Por supuesto, una isla tropical quizás no sea lo que toda persona considere un paraíso. Cierta joven que se mudó a una isla del Pacífico dijo con anhelo: “Echo de menos los días frescos del otoño cuando los árboles resplandecen por su follaje otoñal. También echo de menos las noches tranquilas del invierno cuando todo está cubierto por una capa de nieve recién caída”.
Aunque las concepciones del paraíso varían, hay ciertas cosas que toda persona desearía. Una de estas es que sus seres amados estén allí junto con usted. Otra es el disfrutar de un sentido de paz y seguridad, sí, que las inquietudes de la vida actual sean removidas.
Pero ¿es realista creer que se puede hallar un paraíso hoy día? ¿Es la solución a esto el mudarse a una zona donde se pueda disfrutar de la hermosura de la naturaleza en alrededores no estropeados?
“El paraíso del Pacífico”
Aunque muchos lugares hermosos del mundo son, con buena razón, considerados por quienes los visitan como paradisíacos, Hawai es uno de los que permanecen en la lista de los lugares favoritos de la mayoría de las personas. Hoy día, más de cuatro millones de turistas visitan a Hawai cada año y se ha ganado el merecido nombre de “El paraíso del Pacífico”.
La mayoría de los visitantes quedan impresionados por lo que ven aquí... las imponentes y hermosas montañas, los acantilados y las cascadas; las cristalinas y azules aguas oceánicas y las playas de blancas arenas; la abundancia de flores y árboles frutales; el clima templado; y las amigables personas locales.
Cada una de las islas del archipiélago hawaiano tiene sus atracciones particulares. Por ejemplo, en Kauai, la “Isla jardín”, los visitantes pueden maravillarse con el “Gran cañón del Pacífico”, también conocido como el cañón Waimea. Oahu cuenta con la mundialmente famosa playa de Waikiki y “Diamond Head”. En Maui, el extraño y, no obstante, hermoso cráter del Haleakala es uno de los lugares favoritos para observar la salida del Sol. En la isla de Hawai, o la Isla Grande, es donde dos de los volcanes activos más grandes del mundo —Kilauea y Mauna Loa— hacen sus exhibiciones llameantes de vez en cuando. Aquí también encontrará las exóticas playas de arena negra. Dondequiera que usted mire habrá cosas asombrosas y hermosas que estimularán sus sentidos.
¡Pero un momento! Antes que usted se mude aquí con su familia y sus pertenencias considere esto: ¿Es Hawai verdaderamente todo lo que uno esperaría de un paraíso? Contando con su belleza natural y sus paisajes espectaculares, ¿es Hawai realmente lo que usted consideraría un paraíso?

¿Está usted en paz con su prójimo?



AMA a tu prójimo. Eso es lo que se nos ha dicho. Sin embargo, no siempre es fácil. Solo el mantener la paz ya es de por sí difícil. La música rock del vecino de al lado hace retemblar las paredes de su casa. Los hijos del vecino alborotan en el pasillo. En la calle, uno corre el riesgo de ser asaltado. Al conducir en la carretera, otro automóvil se le adelanta casi echándosele encima... si usted le toca el claxon, ¡hasta podrían darle un tiro! ¿Una exageración? Tal vez en algunos lugares, pero no en las grandes ciudades. Los suburbios y las zonas rurales tienen sus propios problemas que dificultan el amor al prójimo.
Gran parte de la tensión se origina de este sistema de cosas moderno dominado por la tecnología. El hacinamiento en las ciudades convierte a mucha gente en enemigos mortales. En las horas punta, el tráfico rodado avanza a paso de tortuga, mientras los conductores van que echan humo. La gente en las zonas rurales corre gritando tras las gallinas del vecino que se han metido en el jardín y se lo han arruinado. Los granjeros pierden hasta la camisa cuando una plaga de insectos inmune a los plaguicidas destruye sus cosechas. Y en todas partes las industrias arrojan al medio ambiente sustancias contaminantes. El aire se oscurece por causa de la polución, cae lluvia radiactiva, mueren los peces de los lagos y hasta el agua del subsuelo está contaminada por causa de los vertidos químicos tóxicos. La salud se deteriora y se pierden vidas.
De esta manera y de muchas otras se acumula la tensión en la vida de millones de personas mientras las emociones están a flor de piel, listas para explotar, y muy a menudo explotan. Muchos buscan una vía de escape dejándose arrastrar por búsquedas carnales. El materialismo egoísta, las juergas sociales, las drogas, los estilos pervertidos de vida... todo lo que contribuya a refugiarse en el culto del yoísmo. El amor de sí mismos puede más que el amor al prójimo, mientras la carne se sacia y el espíritu muere de inanición.
Y en los países más pobres, tanto la carne como el espíritu padecen inanición. Las revoluciones devastan la población, las enfermedades arrebatan vidas, el hambre cunde por el país, muere la esperanza, reina la desesperación.
No, en este sistema de cosas moderno no siempre es fácil amar al prójimo. Sin embargo, el amor al prójimo existe y hay muchas personas que disfrutan de paz con su prójimo.

¿Es la muerte el final de todo?


¿Es la muerte el final de todo?
EN FEBRERO de 1987, un anciano de 85 años decidió abandonar el tratamiento de diálisis que lo mantenía con vida. Murió tranquilamente en su hogar dos semanas después, acompañado de su único hijo.
Aquellos últimos días les permitieron conversar sobre un tema que habían tratado antes: “¿Es posible volver a vivir?”. El padre, un hombre culto y escéptico, que creía más bien en la evolución y a quien le repugnaba la hipocresía religiosa, se consideraba agnóstico, pues opinaba que la existencia de Dios escapa al entendimiento humano.
El hijo, deseoso de darle consuelo y esperanza, le mostró que volver a la vida no es un imposible. Al acercarse el momento final, el padre admitió que le agradaría vivir de nuevo disfrutando de vigor y salud.
Consuelo ante la muerte
Casi todo el mundo, si no todo, desearía volver a vivir con buena salud y vigor en un mundo donde reinara la paz. Los seres humanos no somos como los “animales irracionales”, que “se guían únicamente por el instinto” (2 Pedro 2:12; Nueva Versión Internacional). Enterramos a los muertos y planeamos el futuro. No queremos envejecer, enfermar ni morir, aunque no podemos evitar estas realidades de la vida.
Nos entristece pensar en la muerte, sea la nuestra o la de un ser querido. No obstante, la Biblia nos anima a afrontarla con valor, cuando dice: “Mejor es ir a la casa del duelo que ir a la casa del banquete [...]; y el que está vivo debe poner esto en su corazón” (Eclesiastés 7:2). ¿Por qué deberíamos ‘poner esto en el corazón’, es decir, reflexionar detenidamente sobre este asunto?
Tenemos el deseo innato de vivir en paz y seguridad. Encontramos repulsiva la idea de morir, de dejar de existir; aceptar la muerte nos resulta difícil, si no casi imposible. Y la Biblia da la razón al explicar que Dios “puso también la eternidad en la mente [o “en el corazón”] del hombre” (Eclesiastés 3:11; Sagrada Biblia, Agustín Magaña). Deseamos vivir, no morir. Pensemos: ¿sería tan fuerte el deseo si no hubiera sido la idea original del Creador que viviésemos para siempre? Entonces, ¿será posible disfrutar de una vida de infinita salud