martes, 12 de octubre de 2010
Por qué reina la desesperanza
Por qué reina la desesperanza
En todo el mundo, cambios alarmantes provocan el temor al futuro. Cada vez más ciudades instalan cámaras de vigilancia en sus calles. Por miedo al terrorismo, los grandes aeropuertos se han convertido en una especie de campamentos militares. En Internet aumentan los ladrones y pedófilos que acechan a sus desprevenidas víctimas. Además, la vida en nuestro planeta se ve amenazada por la contaminación, la deforestación, la extinción de especies y el calentamiento global.
LO QUE parecía impensable hace dos o tres generaciones ahora agobia a la humanidad. No es de extrañar que muchos se pregunten qué le sucede a este mundo y qué les deparará el futuro a ellos mismos y a sus familias. ¿Llegará el día en que, por miedo, nadie quiera subirse a un autobús, a un tren o a un avión? Con los recursos del planeta cada vez más diezmados y los precios en alza, ¿podrán las generaciones futuras obtener buena atención médica, comida sana y combustible suficiente?
“El futuro se presenta muy, muy tenebroso”, se lamentó un ministro de salud canadiense, refiriéndose a los elevados costos de la sanidad pública. Saltan también las alarmas en cuanto a los alimentos y el combustible. ¿La razón? Con la idea de ser menos dependientes de los combustibles fósiles, algunos países están invirtiendo grandes capitales en biocombustibles, como el etanol, que se elabora a partir de plantas. Por primera vez en la historia, el estómago humano compite con el tanque del automóvil por los productos de la tierra. De hecho, ya se ha visto un aumento en los precios de los alimentos.
Mientras tanto, se agranda el abismo entre ricos y pobres, lo que suscita tensiones sociales. “En esta primera década del siglo XXI, enormes avances en el bienestar humano coexisten con privaciones extremas”, dice un informe de la Organización Mundial de la Salud. Y añade que en algunos de los países más pobres, “la esperanza de vida ha caído a la mitad respecto a los países más ricos”. Las causas principales son las enfermedades y el caos económico y social que reina en los estados desestructurados.
Si a esto le sumamos la amenaza del calentamiento global —que contribuye a la desertización y a los fenómenos climatológicos extremos—, no es de extrañar que muchas personas bien informadas le teman al futuro. El Bulletin of the Atomic Scientists —equipo de investigadores que regula el llamado reloj del fin del mundo— vaticinó un futuro sombrío, “pues los científicos siguen observando efectos en cascada [producidos por el calentamiento global] en los complejos ecosistemas de la Tierra”.
¿Será el mañana tan sombrío como parece? ¿Está nuestra esperanza de un futuro mejor en manos de los empresarios, políticos, religiosos y científicos? “¿Qué otra opción nos queda? —argumentan algunos—. Solos nos hemos metido en este enredo, y solos tendremos que salir de él.” Otros opinan que el ser humano carece de la capacidad para encontrar una solución y que nuestra única esperanza está en manos de Dios. Si así es, ¿qué garantía tenemos de que el Creador se interesa por nosotros y de que nos librará de nuestras propias manos? El próximo artículo abordará estas cuestiones.
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