domingo, 11 de julio de 2010
Acérquese a Dios Aquel que puede devolver la vida
¿HA PERDIDO usted a algún ser querido? En ese caso, ha tenido una de las experiencias más desgarradoras de la vida. Nuestro Creador comprende el dolor que siente y, lo que es más, puede corregir los estragos de la muerte. En la Biblia, Dios nos ha dejado constancia de resurrecciones del pasado para demostrar que no solo es Aquel que da la vida, sino también Aquel que puede devolverla. Examinemos una de las resurrecciones efectuadas por Jesucristo gracias al poder que su Padre le otorgó. El relato de este milagro lo hallamos en Lucas 7:11-15.
En el año 31 de nuestra era, Jesús viajó a la población galilea de Naín (versículo 11). Probablemente ya estaba anocheciendo cuando llegó a las afueras de la ciudad. La Biblia dice: “Al acercarse él a la puerta de la ciudad, pues ¡mira!, sacaban a un muerto, el hijo unigénito de su madre. Además, ella era viuda. También estaba con ella una muchedumbre bastante numerosa de la ciudad” (versículo 12). ¿Se imagina usted el dolor de aquella madre? Con la muerte de su único hijo, se veía privada por segunda vez de alguien que podría cuidarla y protegerla.
Jesús fijó su atención en la desconsolada madre, que posiblemente caminaba junto al féretro de su hijo. El relato continúa diciendo: “Cuando el Señor alcanzó a verla, se enterneció por ella, y le dijo: ‘Deja de llorar’” (versículo 13). La angustiosa situación de aquella viuda conmovió profundamente a Jesús. Puede que pensara en su propia madre, quien probablemente había enviudado para entonces y que pronto también estaría de duelo por él.
Jesús se acercó, aunque no con la intención de sumarse al cortejo fúnebre. Con un ademán de autoridad “tocó el féretro”, y la muchedumbre se detuvo. Entonces, con la voz de quien ha recibido poder sobre la muerte, dijo: “‘Joven, yo te digo: ¡Levántate!’. Y el muerto se incorporó y comenzó a hablar, y él lo dio a su madre” (versículos 14, 15). Aquel joven había dejado de pertenecer a su madre cuando la muerte se lo arrebató. Pero cuando Jesús “lo dio a su madre”, volvieron a ser una familia. Las lágrimas de dolor de aquella viuda se tornaron en lágrimas de inmensa alegría.
¿Anhela usted sentir esa misma alegría, cuando se reencuentre con sus seres amados? No dude ni por un instante que Dios quiere que así sea. La compasión de Jesús por aquella viuda no fue sino el reflejo de la propia compasión de Dios, pues Jesús imita a la perfección la personalidad de su Padre (Juan 14:9). La Biblia nos enseña que Dios desea intensamente devolver a la vida a los muertos que están en su memoria (Job 14:14, 15). Su Palabra nos da una esperanza maravillosa, la de vivir en un paraíso en la Tierra y ver la resurrección de nuestros seres queridos (Lucas 23:43; Juan 5:28, 29). Le animamos a conocer mejor a Jehová, aquel que tiene el poder de devolver la vida, y a descubrir cómo hacer suya la esperanza de la resurrección.
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